lunes, 3 de noviembre de 2008

SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA


El día de ayer, gracias a mi querido amigo JUANITO, me encontré de frente con una realidad contundente: la vida es muy, muy, muy corta. Y no es que nos la hayamos fumado verde o algo por el estilo, simplemente fuimos a ver la exposición sobre los dinosaurios que hay en plaza de las américas (centro comercial ciudad de Bogotá) y no es fácil meterse en la cabeza que estos seres vivientes caminaron por la tierra e hicieron de las suyas hace tan solo 250 millones de años. ¿Puede usted imaginarse 250 millones de años? En mi cabeza ni siquiera tengo la dimension temporal de un siglo, pues con algo de suerte tan solo llegaré al promedio de vida de un ser humano común y corriente.

Entonces, me preguntaba ¿qué sentido tiene la vida, cuando es tan corta? ¿tienen algún sentido las guerras, el poder, el dinero, las disputas? Me quedé pensando sobre ese tiempo que va pasando tan estrepitosamente rápido y en cuáles deberían ser las cosas que valen la pena vivir y disfrutar en un tiempo tan efímero. Llegué a la conclusión que lograr un objetivo no debe ser el sentido de la vida; mas bien debe ser el camino que se recorre para llegar a ese lugar... Por eso estoy convencida que el caminar en busca de una felicidad pintada de arcoiris (o cómo nos lo ha definido la religiosidad occidental: un paraiso sin serpientes), no puede ser el sentido de la existencia.

El sentido es la maravilla de nuestro cuerpo, el encanto indescriptible de poder ver el mundo, respirar, caminar, cantar, reir, llorar, orar, aprender... Esos, creo, son los sentidos que debemos dar a nuestra existencia, sentir la vida con todo, con la piel, con las emociones, con el dolor, con los sueños.

Estar viva hoy es un regalo, respiro, sonrio, lloro, escribo, sufro, amo, aprendo, canto, sueño. No estaremos aqui el próximo siglo, en 250 millones de años nadie sabrá que existí, pero hoy seré feliz.

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